Hoy lanzamos desde PACMA la campaña «No soy una alimaña» contra la caza del zorro, en la que comparamos la imagen de un zorro y la del cazador que le quita la vida.
En batidas, al salto, con lazo, con arma de fuego, con perro… Las formas en las que se permite matar al zorro en España son múltiples, y cada vez bajo más pretextos (daños a los cultivos, por ejemplo). Como cada año, nos pronunciamos en contra de la caza en términos generales y, particularmente, contra la persecución de este cánido, cuyo registro de mortalidad ascendió en 2020 (último año del que existen datos completos) a casi 180.000 zorros en todo el país, según el Ministerio de Transición Ecológica en su Anuario de Estadística Forestal.
No es necesario indagar demasiado para encontrar historias que revuelven las tripas a cualquiera. Sin ir más lejos, en una conocida revista de caza cuentan, de forma anecdótica, cómo una perra de nombre «Aspirina» quedó atrapada en una madriguera durante 9 horas y tuvieron que excavar para sacarla. El zorro que estaba dentro fue rematado por los cazadores al día siguiente: fue incapaz de huir porque la perra le había roto las patas.
En el mes de febrero se da por finalizada la temporada de caza en España, poniendo como colofón los campeonatos de caza de raposos, famosos especialmente en Galicia, donde grupos de activistas por los derechos de los animales organizan caminatas con cacerolada para prevenirles de la presencia humana y evitarles la muerte entre fauces o a plomo. Muchos zorreznos perecen de hambre en las madrigueras tras perder a sus progenitores.
La caza del zorro no tiene justificación más allá de la propia afición de matar por deporte. Javier Luna, nuestro presidente, apunta que este animal sufre una campaña de desprestigio crónica porque se alimenta de otras piezas de caza: «El zorro contribuye naturalmente al equilibrio del ecosistema en el que habita depredando sobre otras especies, nutriéndose de carroña y esparciendo semillas, algo que los cazadores interpretan como una ofensa a su autoimpuesta labor de control poblacional».
La naturaleza se regula sola: la gran mentira de la caza
El humano solo interviene en la naturaleza para desequilibrarla y lo hace, principalmente, a través de la caza y la expansión desmedida. No se precisa ningún control poblacional en tanto que se permita al ecosistema funcionar como lo haría en nuestra ausencia.
La caza es una excusa para matar animales por diversión. La imagen del cazador está muy deteriorada en nuestra sociedad, aunque esta es la percepción externa que se tiene del sector y no la que ellos conciben en la burbuja que se han creado. Otra falacia: la caza no sostiene económicamente a los pueblos, pues el dinero que pagan los cazadores por participar en monterías y jornadas de caza se destina a los dueños de los cotos y las empresas organizadoras de estas y, fuera de la época, quedan igual de despoblados o cada vez peor.
El número de licencias de caza en España ha disminuido en cerca de 400.000 en los últimos 20 años a pesar de las constantes bonificaciones y campañas para fomentarla.
0 comentarios