Varios rorcuales comunes, inmensas y preciosas criaturas, nadan cerca del Cabo de Palos, en Murcia, camino al océano Atlántico. Es un espectáculo sobrecogedor avistarlos desde la costa o a suficiente distancia, sin interactuar con ellos, respetando su espacio. Pero algunos barcos no respetan la normativa, van demasiado rápido y llegan a colisionar con estos gigantes acuáticos. Otras personas se acercan en embarcaciones de recreo para grabar un vídeo que subir a sus redes sociales, ignorando que esta persecución puede provocar cambios de rumbo e incluso la desorientación del animal. Algunos llegan a perderse y acaban varados en las playas, condenados a muerte.
Es ilegal interactuar con cetáceos silvestres
Otra interacción peligrosa, desaconsejada e ilegal, como todo contacto con cetáceos en libertad, es la de Manoliño, el delfín que se ha asentado en la ría gallega de Muros y Noia. El Bottlenose Dolphin Research Institute (BDIR) cree que ha sido expulsado de su familia e insiste en que el animal debe encontrar un nuevo grupo, algo imposible si no deja de interactuar con los seres humanos. Cuanto más se recomienda no acercarse a él, más se acercan a él las personas, con el consiguiente peligro de nadar con un animal de más de 300 kg que, además, se está volviendo demandante de atención. Incluso han instalado carteles en playas de Porto do Son, Noia y Outes para que los bañistas no interactúen con Manoliño, pero urgen más medidas.
Hace una década, un delfín al que llamaron Gaspar empezó a rondar por las Rías Baixas, acercándose a los barcos y a las personas. Como en el caso de Manoliño, empezaron a registrarse incidentes, embestidas, encuentros indeseados… Finalmente y por suerte, Gaspar volvió mar adentro, lo que se espera que haga Manoliño. Pero, cuanto mayor sea el contacto con las personas y menos miedo tenga el cetáceo, más crecen las posibilidades de que Manoliño nunca regrese al océano.
Daños colaterales a los animales
Algunas actividades y divertimientos nos pueden parecer inofensivos para los animales, pero en realidad suponen un gran impacto en su vida y comportamiento. Debemos reflexionar y mirar más allá.
Con el aumento de las temperaturas y la recuperación del turismo, en la bahía de Santander también se incrementa el tráfico. El pasado verano una hembra de águila pescadora, de la única pareja de la cornisa cantábrica y una de las 19 de la Península Ibérica, acabó huyendo del lugar por culpa del ruido y el estrés provocado por las carreras de motos de agua. El águila pescadora es una especie registrada como «vulnerable» en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas y «en peligro crítico» en el Libro Rojo de las Aves de España, además de habitar un espacio natural protegido de la Red Natura 2000.
Maltrato derivado del turismo
Hay muchas atracciones turísticas que implican directamente maltrato animal, como son los carros tirados por caballos, los camellos explotados en Canarias, los burros de Mijas… Pero hay casos en los que la crueldad hacia los animales está relacionada con la actividad turística, aunque no sea de manera directa.
Cómo olvidar el horrible caso del hombre que aplastó hasta matar a un pez luna, el pasado agosto, en una playa de Roquetas de Mar (Almería). Según testigos, el hombre era dueño de un negocio de hamacas y pensaba que el animal espantaría a la clientela, por lo que lo sacó hasta la orilla, lo inmovilizó con todo su cuerpo y lo asfixió. Para mayor agravio, la Fiscalía concluyó que el autor de semejante crueldad no puede ser imputado por no ser el pez luna una especie protegida.
En conclusión, respetar a los animales es algo a veces complejo, que requiere un poco más de investigación y tiempo, pero que merece la pena inmensamente, ya que así podrás disfrutar de tus vacaciones, tu tiempo libre, tus actividades de ocio… con la conciencia tranquila y de una manera indudablemente ética. Este verano, diviértete con responsabilidad, cumpliendo las restricciones; y con ética, respetando a los animales.
Educación , concienciación, y penas. No hay otra.