Los vídeos son explícitos. Es, pura y llanamente, un linchamiento. Una horda de jóvenes borrachos, amparados en el anonimato de la masa, da rienda suelta a sus más bajos y repugnantes instintos y termina destrozando una joven vaquilla, apenas sin cuernos. Hasta seis vaquillas son arrojadas a la plaza para deleite de los bárbaros. Una de ellas, agonizante, ha de ser eutanasiada. Ha sido documentado por el CACMA (Colectivo Andaluz Contra el Maltrato Animal y Mediambiental) en Alhaurín el Grande, y ha causado tal revuelo mediático que el alcalde anuncia que se prohibirán los festejos con vaquillas. No obstante, sucede demasiado a menudo. Es por muchos conocido que no son hechos aislados en este país nuestro.
La vaquilla es un bóvido muy joven, un rumiante, un ser pacífico, hembra además. Un animal que no se enfrenta, que huye. No es necesario llegar al extremo de torturarla físicamente para que sufra: en las condiciones normales de la suelta, sufre. Rodeada de individuos vociferantes, incapaz de huir, experimenta un considerable grado de ansiedad y estrés, que exige de sus órganos un rendimiento superior al normal, hasta ponerlos en riesgo de enfermar. En la suelta, se ven amenazados componentes fisiológicos vitales tales como la temperatura corporal, la tensión de oxígeno o los electrolitos. Es un animal angustiado, que siente su vida en peligro y no puede huir.
El PACMA busca, pues, la abolición de cualquier tipo de espectáculos con animales. No nos basta que se nos diga que no se les maltrata: los animales son seres sintientes que sufren cuando se les obliga a realizar acciones contrarias a su naturaleza, cuando se les somete a estrés, cuando se les imponen condiciones vejatorias contrarias a su dignidad de individuo y de especie.
Por lo demás, no nos equivoquemos: el caso de Alhaurín el Grande no es un caso aislado, abusos como este suceden todos los años en pueblos de España, en este la diferencia es CACMA ha conseguido grabar las imágenes. Es consecuencia del poco o nulo valor que se concede en nuestra cultura a la vida y los derechos de los animales.
Mientras los animales sigan siendo percibidos como objetos sin valor intrínseco, como objetos que existen para nuestro uso y disfrute, estos hechos seguirán sucediendo y las conciencias de muchos se inflamarán de indignación, dolor y perplejidad. Es un cambio que ha de venir desde abajo, pero también desde las instituciones: pese a la tortura evidente a que eran sometidas, el Ayuntamiento de Alhaurín siguió soltando vaquillas, hasta seis.
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