Ahora que pasamos casi todo el tiempo en nuestros hogares y que muchas personas tienen mayor disponiblidad para tareas que antes resultaban secundarias, notamos muchos cambios importantes. Quizás antes del confinamiento la alimentación resultase una tarea de necesidad vital, pero a la que no dedicábamos tanto tiempo y esmero. Sin embargo, ahora nuestras cocinas y las espaciadas visitas al supermercado o tienda de alimentación han ganado mucha importancia y eso se evidencia en nuestro consumo.
Desde que se declaró el estado de alarma, el producto estrella del confinamiento son las legumbres. Su compra se disparó un 335% al inicio del estado de alarma, mientras que la venta de arroces y pasta aumentó un 259%.
Muchos nutricionistas y dietistas están haciendo hincapié en el consumo de frutas, verduras y hortalizas durante la cuarentena. No solo porque se trate de productos sanos que debemos incluir siempre en nuestra dieta, sino como aliados para evitar un aumento de peso ahora que nuestra actividad física se ve limitada. Se trata de productos saciantes que aportan fibra y vitaminas e implican un buen proceso de masticación, ayudando a lograr la sensación de saciedad. Otro buen picoteo que nos aporta energía y aplaca el apetito son los frutos secos. Un puñado de nueces, almendras o avellanas crudas o tostadas y sin sal son la opción perfecta para tomar entre horas, además de tener un gran aporte proteico, al igual que sucede con las semillas.
Desciende el consumo de productos cárnicos
Nuestra «nueva manera» de consumir está teniendo también otras consecuencias. Se ha producido una bajada en la demanda de productos cárnicos, con la consecuente paralización de la actividad en las granjas ganaderas y en los mataderos. El sector calcula una caída del vacuno entre el 20% y el 30% y del ovino hasta un 70%. Esto implica que miles de animales siguen vivos gracias a nuestro cambio de consumo.
Con el cierre de la restauración, algunos productos cárnicos han perdido a sus compradores. Hay muchos animales que no son habituales en las cocinas domésticas, como el lechazo o el cordero, y ahora se demuestra que su consumo es esporádico y testimonial. Desde hace mucho tiempo se ha venido observando una reducción del consumo de ciertas carnes, como el ovino, que se ha desplomado un 40% en la última década. Asimismo, cada año se sacrifican unos 51 millones de cochinillos para el consumo humano, actividad actualmente casi paralizada por la falta de demanda.
Salta a la vista que el confinamiento está cambiando nuestra manera de consumir, dejando constancia de qué productos son realmente necesarios y cuáles son evitables. Debemos aprovechar esta delicada situación para reflexionar sobre el impacto que nuestra manera de consumir tiene en el entorno y en la vida y bienestar de los demás animales. Tenemos la oportunidad de cambiar nuestra repercusión en el medioambiente y liberar a millones de animales de una vida de confinamiento y muerte.
Si el 75% de las zoonosis emergentes (desde la gripe/influenza hasta el Corona, pasando por el ébola, zika, sida, SARS, etc.) son de origen animal, sería mejor acabar con el consumo de animales, antes de que el consumo de animales acabe con animales como nosotros. No vayamos a repetir la historia de las vacas «locas», cuando los humanos las obligaron a ser caníbales de sus semejantes y entonces murieron las vacas que sirvieron de alimento a las vacas (en forma de pienso), las vacas «locas» que comieron a las vacas hechas pienso y los locos animales humanos que se comieron a esas vacas «locas».
Oops ! Hay un error en mi texto de arriba: donde pone «zoonosis», léase «enfermedades infecciosas».
Disculpas.
Totalmente de acuerdo. Se mire por donde se mire, despues de cada calamidad, siempre llegamos al mismo punto de partida, los humanos. Y me temo ,que no se aprendera la lección ,por mucho que pase.